Pedagogía


Ensayos productivos II:
 La planificación del ensayo: ¿Qué vamos a hacer?
Fernando Bartolomé Zofío


Está de moda la creatividad.
Está de moda la improvisación. ¡Es muy moderno!
Mucha gente encontrará aburrido e innecesario planear un ensayo. ¡Al fin y al cabo somos músicos!
Sí, somos músicos pero también somos personas y vivimos en un mundo muy ocupado y con poco tiempo. Hay que estudiar, trabajar, jugar a la play… De modo que si queremos aprovechar nuestro tiempo hay que poner un poco de orden.
Miles Davis diría que es muy sofisticado, lo de ser moderno, pero él mismo podría explicar a los despistados que improvisar significa realizar horas infinitas de trabajo previo para después poder volcar todo el talento en la fantasía y en el dejarse llevar.
De modo que ni la improvisación ni la creatividad son gratis. Nada es gratis.
Hay gente que tiende más al orden y gente que tiende más al caos. En la mayoría de los casos se necesita una hoja de ruta y una planificación previa que haga más productivo nuestro trabajo.
Por eso pienso que un ensayo productivo es un ensayo en la que se sepa qué se va a hacer. Una hoja de ruta es un medio muy eficaz de no perder el norte y aprovechar al máximo nuestro tiempo.
Algunas ideas que pueden ser útiles para la planificación:

1. Ponerla por escrito.
2. Dividir el ensayo en distintas partes asignando un tiempo límite para cada sección.
3. Planear un tiempo para hablar sobre diversas cuestiones del grupo.
4. Reservar tiempo para el disfrute, o sea, planificar no planificar una parte.
5. Tener un plan reserva para imprevistos.

Los beneficios que se obtienen poniendo un poco de orden en este grupito de “genios” despistados que somos los músicos, o supuestamente somos, organizando nuestro tiempo de ensayo, podemos sintetizarlos en los siguientes puntos:

1. Aprovechamos mejor el tiempo.
2. Nos centramos en lo que es más importante.
3. Nos obliga a reflexionar sobre diversas cuestiones que van a servir de progreso.
4. Sabemos qué necesitamos conseguir.

Quizás se pierda algo de la imagen del músico genial, creativo, improvisador, caprichoso, anárquico y demás atributos del “desorden” pero ganaremos en eficacia, eficiencia, y además tendremos más oportunidad para la creatividad y la improvisación porque tendremos tiempo para ello y mucho más.
Además, para qué nos vamos a engañar, ni somos Miles Davis ni somos Django Reinhardt ni somos Mozart, y aunque lo fuéramos también tendríamos que tener un poco de orden en nuestra vida para no caer en el caos total o estar tocando 24 horas al día.
Supongo que así podríamos saltarnos algún ensayo.


La improvisación en la música clásica
 Por Fernando Bartolomé Zofío

Roland Dyens, Carlo Domeniconi, Wulfin Lieske, Emilio Molina, Violeta Hemsy de Gainza... Están cansados. ¡Hartos!
¡Yo estoy harto! Harto de oír lo mismo.
En la música clásica no se improvisa. Hay que tocar lo que pone en los papeles y hay que estudiar con ejercicios programados y haciendo lo que hay que hacer: tocar las notas correctas siempre.
Es una idea que está en el inconsciente colectivo y es muy difícil de erradicar.
Esto no significa que podamos destrozar las obras de Sor ni que le enmendemos la plana a Tárrega cambiándole un acorde de Do mayor por uno de Fa # porque es un sustituto de tritono, pero sí que juguemos con sus obras.
Es fundamental que aprendamos con la misma seriedad con la que un niño se toma un juego. Jugando aprendemos más y mejor, e improvisar trata de jugar con la música. De variar, explorar, observar, divertir.
 Jugar a componer no significa ser compositor pero sí nos ayuda a conocer mejor su oficio y la música que componen. Por lo tanto nos ayudará a tener más conocimiento de las obras y nos ayudará a progresar haciendo música viva en todo momento.
Roland Dyens inicia sus conciertos con una pieza improvisada y disfruta haciendo y creando música a cada momento.

Emilio Molina basa toda su filosofía pedagógica para el aprendizaje de un instrumento en la improvisación.


Leo Brouwer deja cierto margen para la improvisación en algunas de sus partituras.



Violeta Hemsy De Gainza, una de las más prestigiosas pedagogas de nuestro tiempo, dice que  “improvisar en música es lo más próximo al hablar en el lenguaje común” y asumiendo su concepto no creo que queramos hablar como robots: sin inflexiones, programados hasta el último detalle, sin variación.
A los conservatorios se les critica a menudo por su rigidez y por estar anclados en el pasado. Hay un programa y hay que cumplirlo. Pase lo que pase, y cueste lo que cueste, al final hay que tocar lo que nos han dicho y de la mejor manera.
Pero esto no siempre es así y no debería serlo nunca. En nuestra siempre criticada legislación musical, que parece también que vive en los tiempos de Napoleón, se contempla la improvisación como uno de los pilares fundamentales de la educación musical. ¡En la ley!
Entonces, ¿quién está anclado en el pasado? ¿No seremos los profesores los que vivimos con peluca decimonónica? ¡Más quisiéramos improvisar una milésima parte de cómo lo hacía el viejo Bach!
Esto llevado a nuestro terreno de los ensembles de guitarra puede antojarse sumamente difícil pero es perfectamente posible. Tenemos muchos recursos a nuestra disposición que pueden emplearse en la clase de conjunto y debemos aprovecharlas.
En otro artículo concretaremos algunas ideas que pueden servirnos para introducir la improvisación en la clase de grupo o en los ensayos.


Ensayos productivos I: Las sesiones parciales
Fernando Bartolomé Zofío


¿Cómo podemos sacar el máximo rendimiento al grupo de guitarras? ¿Cómo podemos hacer que suene mejor? ¿Cómo podemos aprovechar mejor el tiempo?
Cuando estamos hablando de optimizar los ensayos en grupo, uno de los máximos aliados de la eficiencia son los ensayos parciales.
Lo primero que tenemos que aclarar es el significado de ensayo parcial, sin olvidarnos de que el primer ensayo parcial es el que realiza cada uno en su casa.
De lo que hablamos es del ensayo que se hace diferenciando distintas voces del conjunto total y trabajándolas por separado. Esto es, dividiendo el grupo en partes que faciliten la tarea de ensamblaje y entendimiento.
La forma en que se pueden organizar estos ensayos varía en función de nuestras necesidades, de las dimensiones del grupo, de la dificultad de la música, del tipo de música, del tiempo que tengamos o de las exigencias que existan.
Vamos a poner un ejemplo, bastante habitual en las agrupaciones de guitarra, de un grupo con cuatro partes diferenciadas: música para cuarteto, con varias guitarras por cada voz.
La forma de distribuir estos ensayos puede variar pero dos maneras muy productivas son dos más dos, y por otra tres más uno.
                              

Por ejemplo, en la configuración 2+2 podemos agrupar guitarras 1 y 2, por un lado, y guitarras 3 y 4 por otro. Si la música está distribuida por registros, siendo la guitarra 4 el registro grave y la guitarra 1 el más agudo, esto va a facilitar el empaste entre tesituras cercanas y facilitará la coherencia del discurso global después.
Cuando hablamos de música acompañada, con una voz principal y el resto subordinadas a ella en el papel de acompañante, podemos elegir la combinación 3+1, separando por un lado a las guitarras 2, 3 y 4, y por otro las guitarras 1.
Todo esto lo hacemos para mejorar los resultados y lejos de constituir una pérdida de tiempo por perder ensayos totales, constituye un gran salto para la eficacia del grupo.
 Hay que olvidarse de la cantidad para centrarse en la calidad de los mismos.
Algunos de los beneficios que se me ocurren son:
1. Los músicos conocen más a fondo lo que hacen los demás.
2. Las exigencias de claridad aumentan.
3. Las diferentes partes se asientan.
4. Se crean “cómplices” en los grupos.
5. La música se entiende mejor.
6. Se adquiere más responsabilidad.
7. La sensación de progreso es mayor.

Por lo tanto, perdemos algún ensayo global pero ganamos en consistencia, entendimiento, seguridad y optimización del tiempo, que nunca sobra.
Es cuestión de organizarse y conocer cuáles son las necesidades de nuestro grupo y de la música que hacemos en cada momento.


¿Cómo combatir el aburrimiento de la rutina?
Por Fernando Bartolomé Zofío

Generalmente las primeras experiencias que tenemos con la música de grupo son muy gratificantes y las recordamos como momentos de gran excitación y de diversión. Todavía recuerdo con gran entusiasmo cuando hacía mis primeros pinitos con obras de cámara de Carulli o Molino, y hay que reconocer que no es la música más motivante que uno se puede encontrar.
A medida que pasa el tiempo puede llegar un momento en que la rutina puede hacer mella en nuestra actitud, y por tanto en nuestro rendimiento. ¿Cómo se puede hacer frente a esta desidia, involuntaria la mayoría de las veces?
La solución puede residir en un replanteamiento de los objetivos.
 ¿Cómo es posible que siendo una actividad placentera en la que participamos voluntariamente (se supone, claro) no tengamos la motivación original? Los beneficios de la música en grupo siguen siendo los mismos y la actividad sigue siendo atractiva pero nosotros hemos cambiado y nuestra forma de pensar también.
No tenemos la misma edad.
No tenemos los mismos gustos.
No tenemos la misma técnica….
El mayor error de todos que podemos cometer es afrontar la actividad de conjunto con la misma perspectiva con la que afrontamos la actividad a solo. La frustración puede llegar muy rápido. Cuando tocamos a solo nosotros controlamos todo y la música es el resultado de nuestra única participación, al fin y al cabo.
En conjunto no tenemos el control y continuamente estamos recibiendo instrucciones de cómo hay que hacer las cosas por parte del director y a veces por parte de los otros compañeros. Nuestro trabajo no solo es hacer nuestra parte correctamente. Eso no es suficiente.
Si no estamos pendientes de los demás, si no escuchamos, si no ayudamos, si no colaboramos, el resultado, aunque nosotros hagamos nuestro papel bien, no será bueno. Podemos decir que nuestro trabajo real de conjunto empieza después de aprendernos nuestro papel individual.
Por lo tanto, para combatir este enemigo infiltrado del aburrimiento podemos aplicar tres recetas:
1. Tener claro los roles dentro del grupo y distinguir perfectamente entre los de solo y los de conjunto.
2. Replantear los objetivos que tenemos para esta actividad.
3. Recuperar lo atractivo y excitante de cuando tocábamos al principio, como totales amateur.


4 ideas para introducirse en la improvisación
 Por Fernando Bartolomé Zofío

¿Cómo se puede poner a un grupo de chicos a improvisar sin haberlo hecho nunca antes?
¿Cómo se les puede decir que se olviden de las partituras?
¿Qué se puede hacer para arrancar?
¿Es la improvisación terreno exclusivo de gente como Metheny o Holdsworth?


Una sesión de grupo de guitarras no es que sea un lugar adecuado para poder improvisar. ¡Es ideal!
Lo primero que tenemos que saber es que es posible y lo segundo es que no solo es posible sino que es recomendable. Recomendable para su formación y por la diversión que implica.
Para no partir de cero vamos a empezar por tomar como base el acompañamiento de una pieza del repertorio de conjunto o una progresión armónica que no tenga modulaciones.
El acompañamiento se puede tocar tal y como está escrito o crear uno nuevo a partir de las armonías. Pero sobre el tema de los acompañamientos nos ocuparemos en otro momento.
Sobre ese “colchón” podemos inventar algunas actividades que nos lleven a introducirnos en la improvisación.  Vamos a dar cuatro ejemplos:

1. Trabajar con una sola nota el aspecto rítmico.
Es una actividad totalmente minimalista que tiene como objetivo trabajar la faceta rítmica en la improvisación pero sobre todo hacer perder el miedo a "lanzarse” a tocar música sin la guía de la partitura.
2. Trabajar con una escala y con un mismo ritmo la melodía, sin variarlo ni hacer silencios.
Es un ejercicio que puede conllevar una tremenda presión pero es una de las maneras más rápidas de romper el hielo. Se trata de escoger una escala adecuada para la progresión de acordes elegida y mantenerse dentro de ella fijando una única figura rítmica, sin posibilidad de tocar otra ni de introducir silencios.
Por ejemplo, una norma puede ser tocar las notas de la escala de Re mayor tocando solo negras. Solo negras de forma regular, sin variaciones, alargamientos o silencios.
3, Trabajar con arpegios.
Conocidos los acordes de la progresión, se puede improvisar tocando las notas de cada acorde en forma de arpegios, en el orden que se quiera y con el ritmo libre. Para ello debemos tener un conocimiento básico de los acordes.
Es un recurso genial para empezar a escuchar cosas interesantes y para aumentar el conocimiento de acordes y notas en el diapasón.
4. Trabajar tocando solo tónicas, solo terceras, quintas…
Podemos, previa memorización de las armonías, tocar solo las tónicas de cada acorde. Como siguiente paso, y ya más complejo, se puede establecer tocar solo las terceras de cada acorde o las quintas.

Son cuatro ideas, en creciente dificultad, que pueden servir como guía para introducción al mundo de la improvisación.
Aunque parezca una contradicción, cuando hablamos de improvisación siempre escuchamos una buena retahíla de instrucciones y reglas. Pero no son más que formas de conocer y desarrollar nuestra pericia.
La mejor improvisación es aquella que se improvisa y en la que las reglas se difuminan y se toca lo que se siente en cada momento. Pero para llegar a ello hay mucho trabajo que hacer y mucho que conocer. Y si no que se le pregunten a Metheny o a Holdsworth.

Casi nada.


7 razones para hacer música en grupo


¿Por qué voy a tener que compartir la "gloria" con otros cuando puedo tocar a solo? ¿Por qué voy a molestarme en tocar un repertorio más "fácil" cuando tengo nivel para mucho más? ¿Qué gano tocando música en grupo?
Los músicos como los guitarristas o los pianistas, acostumbrados a sus andanzas en solitario y a pasear el ego por las salas de música, han pecado, hemos pecado, de infravalorar las posibilidades de la música de cámara, y en el caso de los guitarristas, las de la música de conjunto de guitarras.
Afortunadamente, en los planes de estudios de hoy se le da una importancia a la música en grupo que antes no existía pero en cualquier caso no estoy hablando de instituciones ni de programas. Estoy hablando de actitudes.
La música en grupo es tan importante para la formación musical como para educación general y debemos tener una actitud positiva y activa hacia ella por muchas razones.
Tan solo voy a dar 7 razones apoyando mi argumento de las cuales la primera bastaría probablemente para desequilibrar la balanza de lo positivo hacia la música en grupo:

1. Es divertido. La satisfacción de compartir la música, cualquier cosa, con otra gente que disfruta con ella como lo haces tú hace que las horas que inviertes tu solo trabajando en casa tengan una recompensa inmediata. Da igual la dificultad. La música en grupo nos permite disfrutar y facilita el aspecto divertido y lúdico de la misma.

2. Repertorio nuevo. A veces los músicos, y no digo nada de los guitarristas, podemos caer en la trampa de abusar de un repertorio atractivo pero trillado. Como aquel que no sale de su pueblo porque no va a encontrar naca mejor. Con la música en grupo podemos tocar cosas que no tocamos habitualmente a solo y descubrir nuevas músicas, nuevos compositores o arreglos de músicas de otras agrupaciones o instrumentos que sean atractivos para el que toca y para el que escucha..

3.  Aprendemos a escuchar. En grupo compatirmos muchas veces los roles que asumimos para uno mismo en la música a solo.  Esto nos permite prestar atención con más facilidad al resultado sonoro del conjunto, es decir, a lo que uno hace pero también al total.

4. Aprendemos a afinar. Una de las primeras cosas que hacía un niño cuando aprendía a tocar la guitarra era afinar. Hoy parece relegada esta destreza para el final de la carrera profesional. Si tocas desafinado puede ser muy desagradable pero si tu oído no está al nivel quizás no pase nada. Pero cuando tocas con más gente... Te aseguro que no permitirán tus desafines.

5. Aprendemos de los demás. Hasta en los grupos más homogéneos cada músico tiene muchas cosas que los demás no tienen. Y no hablo solo de técnica. Hablo de influencias, formas de trabajar, capacidades sociales, organización, sonido... Esto hace que siempre se pueda aprender de los demás.

6. Aprendemos a respetar. No se trata de ser el mejor en el conjunto sino de hacerlo mejor. ¿De qué me vale tener un sonido potente si lo uso para tapar lo que hace la melodía principal? Tenemos que respetar a los demás y, por supuesto, a la música.

7. Nos hace mejores músicos. La música de conjunto nos hace prestar una atención superior al sonido, por encima de la técnica, aunque está claro que es fundamental. Hace que prestemos atención a la afinación, precisión rítmica, tempo, dinámicas, fraseos, timbres, formas. Hace que veamos la música como algo muy vivo, práctico e inmediato.

¿Qué más queremos? Hay mucho pero que mucho más. Pero por hoy nos vale con estas razones. Antes decía que con la primera de las razones podría terminar el artículo. Sería suficiente. No hay nada mejor que hacer lo que a uno le gusta y disfrutar con ello.